El homenaje

Alejandro Pachón Ramírez, los sentidos del cine

 

por

Francisco Espada

Director del 30 FIC

A pesar suyo, Alejandro fue doctor en Historia del Arte, profesor universitario, crítico de cine, coleccionista de cómics, teórico del soundtrack, escritor cinematográfico, y director del Festival Ibérico de Cine, porque él hubiera cambiado todo por ser una sola cosa, músico. Esto le llevó a ser miembro durante toda su vida de una singular tribu de melómanos bajo sospecha, los aficionados a la música de cine.

Gracias a esa diversidad de intereses los demás pudimos aprender de la sabiduría que vertió en artículos y libros, publicados la mayoría de estos últimos en la colección que el Departamento de Publicaciones de la Diputación de Badajoz dedicó al festival y que la editorial cuidó con esmero, donde además de sus textos se incluyeron viñetas y reproducciones de carátulas de discos, joyas que atesoraba en su biblioteca.

Contaba que esa afición al coleccionismo la despertó su madre, incapaz de deshacerse de los tebeos que le compraba cuando era un niño. —Hijo, ¿cómo vamos a tirar una cosa tan bonita? —le decía. Su padre, ferroviario, le inoculó la pasión por los trenes y el cine, si entonces no eran la misma cosa. Y a la lectura lo indujo su abuelo, librero en Villafranca de los Barros, que lo convirtió en el devorador compulsivo de libros que sentarían la base de sus variopintas inquietudes.

Alejandro siempre conservó los gustos del niño que fue, el paso de los años tan solo hizo acrecentar esas pasiones que cristalizaron en una erudición vocacional, construyendo una personalidad singular, un intelectual receloso de los preceptos académicos de una élite universitaria que procura distanciarse de los gustos populares.

Teorizó partiendo de una memoria sentimental que viajó desde los discos dedicados en las emisoras de radio, los pick up portátiles y la Escala en Hi Fi hasta Goldsmith, Zimmer y Morricone. Un background que eclosionó cuando entendió que una banda sonora era un compendio de todas las músicas, de los intérpretes y los géneros. En realidad, de todo lo vivido.

En sus obras mantuvo un divertido eclecticismo, obviando títulos imprescindibles en sus análisis para compartir aquellos que consideraba importantes, reflejos de su infancia que podían incluir a Age of Empires o Call of Duty, mitologías contemporáneas de superhéroes y películas como Trecientos o Animes.

Desdeñó las teorías sesudas, los manifiestos excluyentes y ortodoxos que terminan convirtiéndose en doctrinas a base de repetirlos, y abominó de los profesores universitarios de ambición curricular, que reinterpretan la historia a luz de los discursos morales hegemónicos en el presente, para que sus alumnos aprendan a odiar el cine más clásico.

Como historiador cinematográfico volvió la vista atrás con ternura, humor y distancia crítica y, a pesar de su escepticismo crónico, miró el futuro con esperanza, la que le daba encontrarse en cada edición del festival el eco de esa sensibilidad extrema en jóvenes apasionados por la música y el cine.
Ahora se han encendido las luces de la sala.

“El aterrizaje tras la música de Bernstein en West Side Story, con el atardecer bochornoso y la gente en los veladores fue como si me sacaran del útero materno y me insertaran en un mundo al que creía no pertenecer” 1.

Así nos sentimos en el festival desde que te has marchado.

 

1. Alejandro Pachón. Música y Cine: géneros para una generación. Departamento de Publicaciones. Diputación de Badajoz. 2007